miércoles, 13 de mayo de 2020

Las uvas de la ira...

Hoy voy a hablar de la ira. Enfado, rabia, frustración, cólera... son distintos grados de una misma emoción. Ya sabes E-motion , energía en movimiento. Y cuando vivimos esa emoción, nos resulta bastante evidente ese moverse de la energía. A veces en forma de calor, que asciende hacia el rostro, tensión en la mandíbula, crispación en los puños, nos surge el grito con facilidad..

En el proceso educativo, nos enseñaron que no estaba bien expresar esa rabia y en alguna medida aprendimos a "controlar" esa energía, para que no apareciera en momentos inoportunos.
Sin embargo ese  intento de control suele ser bastante imperfecto. Y muchas veces cuanto más tratamos de controlar, más probable es que acabemos justo en el polo del descontrol.

Voy a poner un ejemplo . El trabajador que a lo largo de su jornada siente de forma sistemática la presión de su jefe, que no deja de meterle prisa para que concluya alguna tarea. Le gustaría poderle gritar y mandarlo a paseo, pero sabe que eso no le conviene, pues puede tener repercusiones laborales y económicas. Así que se limita  a murmurar o soltar algún bufido cuando no lo ven. Es decir ha desarrollado la capacidad de controlar, al menos en este contexto.
Al regresar a casa, esa energía que se ha ido fraguando, sigue estando latente y cualquier pequeño incidente puede hacer que se desencadene.
Sigamos con el ejemplo. Mientras tanto, en casa le aguarda la familia, entre ellos el niño de 5 años que está recorriendo los pasillos con un triciclo. La goma de una de las ruedas se ha ido desgastando y hace que ésta chirrie  un poco, pudiendo incluso rayar el parquet..
Este buen hombre al abrir la puerta, se encuentra con el niño en el triciclo y ese chirrido incómodo que suena a (esto me va a costar dinero). Es el último estímulo que necesitaba, la famosa  gota que colma el vaso. Toda la frustración que ha experimentado en la oficina encuentra ahora una vía de escape y se pone a chillar como un loco.. 
El niño no entiende lo que está pasando y corre asustado donde su madre, alarmada por los gritos..
Después de un rato, el padre vuelve a la calma, se siente culpable, porque comprende que  el niño ha pagado " el pato" y se dice a si mismo que tiene que aprender a " controlarse" mejor, para que no le vuelva a pasar...
Os suena de algo, seguro que si, probablemente hemos vivido historias similares en uno y otro lado, con nuestros padres y nuestros hijos. Por eso se dice que donde hay confianza da asco.
Controlamos hasta cierto punto y en ciertos contextos, pero en otros bajamos la guardia, entre otras cosas porque es imposible sujetar una energía tan poderosa de forma indefinida.

Controlar, entendido como reprimir parece un medio poco eficaz, quizá deberíamos esforzarnos y mejorar ese sujetar la energía, ¿ Acaso hay más alternativas?

Me gusta mucho usar esta analogía. El cielo se está poniendo oscuro y algo nos dice que se está preparando una tormenta. Se percibe como la atmósfera se está cargando de electricidad y enseguida esa carga será tan fuerte que se precipitará hacia la tierra en forma de rayo.
Si el rayo cae en mitad del campo, se lleva por delante al que pille, árbol, ovejas o pastor.
Si esas nubes quisieran controlar esa energía, para que no estalle  de forma indiscriminada, tendrían que hacer un esfuerzo al menos tan poderoso como la propia carga eléctrica, y eso ya sabemos que no es posible.
La tercera opción, es el uso del pararrayos. Una descarga que se canaliza a través de un sistema que evita que cause daños.
En el caso de nuestro protagonista. El es muy consciente de esa carga que se genera y acumula a lo largo del día. Para evitar ese estallido al llegar a casa, podría servirse de diferentes estrategias para conseguir bajar la presión. Técnicas respiratorias, canalizar la rabia con trabajo corporal, gritando ( no a nadie) etc. En el vídeo de youtube doy alguna pincelada del tema.

También , de la misma forma que el niño , no era el origen de su malestar, aunque si quien lo acaba pagando; hay muchas situaciones en que reaccionamos de manera desproporcionada con alguien porque conectamos con otros momentos( situaciones, personas, incluso de la infancia) en los que vivimos esa rabia  y la situación actual hace de disparador.
Nos es más fácil culpar a a otros de esa frustración, que mirar hacia dentro y conectar con esas heridas que mientras no sanemos seguirán escociendo en cuanto algo urgue en ellas.

Se me olvidaba decir, que cuando somos tan hábiles que esa energía nunca se manifiesta hacia afuera, suele generar los destrozos por dentro. Según la medicina tradicional china los órganos asociados a esta emoción son el hígado y la vesícula biliar. No es casualidad que se utilice la expresión " me estás poniendo del hígado". Como el hígado entre otras cosas es responsable del estado de tono de los músculos, y de los ojos  contracturas , problemas músculo-esqueléticos, dolores de cabeza,,,, pueden tener un origen hepático y no sólo por exceso de alcohol o grasas, sino por la rabia mal gestionada.

El título del artículo me sirve como regla nemotécnica , cuando digo que esas uvas estaban verdes, pues ese es el color relacionado con la esfera hepática. Cuando criticamos a alguien lo ponemos verde , las verduras le sientan bien al hígado y la vegetación ( distintos tonos de verde) tiene efecto sedante a nivel visual.